Continúo, poco a poco, con mi tarea de revisión y, si procede, expurgo, de fotocopias acumuladas durante años y me encuentro con la limpieza de sangre de un paisano, Pedro Jato de Otero, para ingresar en la Santa Hermandad Real y Vieja de la villa de Talavera de la Reina, en 1744. Conseguí este expediente cuando, hace veintitantos años, comenzaban a publicarse en internet referencias a documentos de archivo. A día hoy, ni recuerdo ni he sido capaz de encontrar dónde encontré la signatura del original, conservado en el Archivo Municipal de Talavera de la Reina, con la que hice aquella petición.
Pedro Jato de Otero había nacido en Piedrafita de Babia, León, el 15 de febrero de 1706, y fue bautizado diez días más tarde en la parroquia de Santa María Magdalena de dicho lugar por el párroco de la misma, D. Baltasar Flórez. Hijo de Francisco Jato y Marta del Otero, fue apadrinado en dicho acto por D. Rodrigo Flórez, vecino de La Vega de los Viejos, y Francisca Peláez, mujer de Vicente Rodríguez, todos ellos vecinos de Piedrafita.
A mediados de febrero de 1744, José de Cáceres, vecino de la villa de Talavera de la Reina, a quien Jato había otorgado un poder especial en Trujillo (Cáceres), quince días antes, compareció ante los alcaldes mayores y jueces de la Santa Hermandad Vieja de Talavera y afirmó que Pedro Jato de Otero era “robusto, de mediana estatura y algo rojo (…), vezino de el lugar de Piedrafita, consejo de Vauia de Susso, en el Reyno de León, del obispado de Obiedo, mayoral de la cauaña merina del Real Monasterio de Santa María del Paular, horden de la Cartuja”.
El objetivo de esta comparecencia era que Jato fuese admitido por ministro cuadrillero de la Santa Hermandad y, por supuesto, se le guardasen “todas las franquezas, esenziones, prerrogatiuas y libertades según y como se oseruan y guardan a los demás ministros y quadrilleros” por lo que solicitó a los alcaldes de la Hermandad que se practicasen las diligencias necesarias tanto en Talavera de la Reina como en la villa de Orellana la Vieja, en Extremadura, donde Jato residía la mayor parte del año, y por “estar en sus contornos y territorios muchos vezinos del zitado lugar de Piedrafita”, y en esta última población babiana.
El objetivo de esta limpieza era probar que “aquel [Pedro Jato de Otero], y estos [sus padres], y todos sus asendientes han sido, y son, de buena vida y costumbres, cristianos biejos, limpios de toda mala raza de judíos, moros, ni penitenciados por el Santo Tribunal, y siempre avidos y reputados por tales sin que en tiempo alguno aian sido prozesados por hurtos, robos, infamias ni delitos de casos de hermandad, ni por otros ni ayan exercido oficio vil de cortador, mesonero, ventero, ni otros que les inhabilite para obtener otros honoríficos (…) [que Pedro Jato contaba] con suficiente caudal para poder mantener de continuo armas y caballo (…) por no auer en el pueblo de su nacimiento ni en el de la villa de Orellana la Bieja (…)”.
La requisitoria a Piedrafita fue extendida por D. Pascual Félix Tarabejano, regidor perpetuo y alcalde de la Santa y Real Hermandad Vieja de la Noble Villa de Talavera, una semana más tarde, el 22 de febrero de dicho año, advirtiendo que las pruebas debían hacerse según la Real Provisión del Consejo de Castilla de 18 de junio de 1740. Dicha requisitoria llegó a Piedrafita varios meses más tarde, siendo obedecida el 4 de octubre de 1744 por Agustín Sordo, juez ordinario del concejo de Babia de Suso, quien, al día siguiente, citó al Procurador Síndico General de dicho concejo, Domingo de la Llama y, entre ambos, llevaron a cabo el interrogatorio de testigos aquel mismo día.
De los 42 vecinos que componía el lugar de Piedrafita, declararon cinco testigos, quienes dijeron conocer a Pedro Jato de Otero “desde su nacimiento y crianza” y que sus antepasados habían “obtenido los nobles y onoríficos [empleos] como el auer sido juezes ordinarios en este dicho Conzejo, Alcaldes de la Santa Hermandad, rexidores y diputados en la república (…)”. Estos testigos, todos naturales y vecinos de Piedrafita, eran Bartolomé Rodríguez, de 80 años; Pedro de Otero, de 70 años; Gaspar Riesco, de 50 años; Pedro Valero, de 48 años, quien lo conocía “porque con el motibo y ofizio de pastor en la cauaña del Paular, baja todos los que a que sirue a dicha villa, y lo tiene mui bien experimentado, tiene por mui zierto que tampoco ai otros ministros de otras hermandades (…)”; y Antonio Peláez, de 38 años, también pastor.
El interrogatorio fue aprobado el día 6 de octubre en Torre de Babia, por José Álvarez de Quiñones, escribano del número perpetuo del concejo de Babia de Suso pero no llegó a Talavera de la Reina hasta el Día de los Fieles Difuntos de aquel mismo año. Al día siguiente, mediante acuerdo de D. Manuel Joaquín de la Llave, regidor perpetuo, y D. Francisco de Ampuero, alcaldes de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera de la Reina, Pedro Jato de Otero se convirtió en cuadrillero de dicha hermandad.