Haré hoy una excepción y no escribiré sobre archivos y genealogía. Aunque suelen ir de la mano en este blog, os contaré mi experiencia en el Archivo General de Palacio en el que estuve realizando una investigación, para un cliente, sobre un carruaje que habría pertenecido a la Casa Real.
Las Reales Caballerizas españolas fueron, desde el siglo XVI, una de las más importantes de Europa. Durante el siglo XVII, casi todos los carruajes que encontramos en ellas se fabricaron en Madrid, excepto algunas berlinas y estufas venidas de Alemania, Roma y Nápoles y, aunque en ocasiones se pidió a maestros españoles que copiaran los modelos extranjeros, esta práctica no fue muy frecuente. El esplendor de las Reales Caballerizas continuó durante el siglo XVIII, en el que predomina un gusto por el estilo francés, entrando los carruajes en su período de mayor apogeo en el siglo XIX, pasando a ser Inglaterra la que marque la pauta de la construcción y diversificación de modelos.
El carruaje objeto de estudio, una berlina, habría pertenecido a la Casa Real ya que encontramos el escudo de la Casa Real representado en sus puertas y, probablemente, aunque perdidos, en sus partes delantera y trasera. Además de las armas de España (Castilla, León, Navarra, Aragón, Granada), el escudo está rodeado por los collares e insignias del Toisón de Oro y de la Real Orden de Carlos III.
Esto último es lo más destacable del escudo, y del carruaje, ya que esta insignia debía ser utilizada por los Reyes de España y Príncipes de Asturias en los actos públicos, lo que da idea de que el carruaje fue utilizado en dichos actos; un tipo de escudo, por otra parte, muy utilizado por Isabel II, tanto en su vajilla, que se expone en el propio Museo de Palacio Real, como en otras representaciones pictóricas.
En este caso, y gracias a un expediente de 1878, pudimos comprobar que, normalmente, el escudo era encargado a un pintor heráldico que realizaba un molde para que, posteriormente, los pintores menos especializados de la Casa Real o las Reales Caballerizas, lo dibujasen sobre las puertas, ladillos, delanteras y traseras de los carruajes.
Para esta investigación fueron fundamentales las obras de Isabel Turmo sobre el Museo de Carruajes, hoy cerrado, y la Historia del coche, de Luis Soler, así como toda la documentación consultada en este Archivo, desde diversas testamentarías reales hasta los inventarios generales de las Reales Caballerizas, o la documentación, que comienza a ser más abundante y variada a mediados del siglo XIX, sobre compras y composturas de carruajes, ya fuesen efectuadas por el “bolsillo secreto” del Rey; compras de carruajes de segunda mano a particulares, como al Marqués de Velilla de Ebro; adquisiciones a fabricantes españoles, como los talleres del Paseo de Recoletos, y a los principales maestros carroceros europeos, como Ehrler, de París, o Hooper, de Londres.
Los primeros inventarios de carruajes consultados fueron los de 1842-1844, seguidos por los de 1874, 1894 ó 1902, así como las altas y bajas de los carruajes de las Reales Caballerizas de 1849-1850, en los que aparecieron centenares de carrozas, berlinas, carretelas, birlochos, landós, vis à vis, milords… y, llegados al siglo XX, también automóviles. Una relación de coches de motor de 1918 nos detalla los automóviles que había en Palacio Real en dicho año, así como también su consumo de gasolina, arreglos, etc.
Se conservan, además, otro tipo de inventarios como los de las “Propiedades de D. Carlos de Borbón, Príncipe de Asturias, en 1932”, los “Carruajes propiedad de los Infantes, existentes en las Reales Caballerizas”, de 1898-1906 o, de esta misma época, los “Coches existentes en San Sebastián”.
Entre la documentación consultada, también se encuentran regalos, como el de D. Francisco de Asís a su hijo, Alfonso XII, de una berlina de tumba procedente de París; ventas de carruajes, como la de una serie de berlinas que, a principios del siglo XX, se encontraban en mal estado de conservación; o sobre el uso al que eran destinados unos u otros carruajes, como los empleados en servicios ordinarios y diversos actos y festejos como procesiones, Corpus Christi, matrimonios y bautismos de reales personas, etc.