En el I centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, lo recordamos con un breve fragmento de sus Memorias de un desmemoriado en el que narra su viaje a Azpeitia, Guipúzcoa, con “el afán de conocer algún vestigio en el tronco del árbol vital a que pertenece mi humilde persona”.
Al siguiente día tomé un coche de Beasaín para irme a Azpeitia, lugar famoso de cuyo nombre era deber mío acordarme siempre, porque allí nació mi abuelo materno, don Domingo Galdós y Alcorta, varón digno y virtuoso, contemporáneo, según creo, de la Revolución francesa. En los últimos años del siglo XVIII fue destinado aquel señor a Las Palmas con el cargo de secretario de la lnquisición. Esos empleos eran a la sazón desempeñados por seglares. Llevóme a la villa de Azpeitia, además de mi curiosidad de cronista, el afán de conocer algún vestigio, si lo había, en el tronco del árbol vital a que pertenece mi humilde persona. El pueblo me pareció feísimo; las casas, altas y sombrías. La iglesia parroquial, titulada de San Sebastián y San Ignacio, es hermosa, con un magnífico pórtico de don Ventura Rodríguez. En el interior existe la pila en que fue bautizado San Ignacio de Loyola.
Me hospedé en la cómoda y espaciosa fonda de Arteche, y en ella primero, divagando luego por las calles, traté de indagar si había en Azpeitia alguna persona en que pudiera encontrar aclaración próxima o distante de mi familia. Lo único que supe fue que los últimos Galdós se habían ausentado de Azpeitia algunos años antes. Sólo un viejecito que me deparó la dueña de la fonda me dijo que en el convento de religiosas, no sé si dominicas o bernardas, existía una monja muy anciana que llevaba mi apellido. Ni corto ni perezoso, me fui al convento, situado al otro lado de un rio, que creo era el Urola. Abierta estaba la iglesia, entré en ella y me vi en una soledad misteriosa y apacible. Sólo turbaba el silencio de aquel recinto el rezo gangoso de dos viejas sentadas en un banco no lejos de mí. Pasó en esto un sacristán, que agitando un manojo de llaves, nos indicaba que no tardaría en cerrar la iglesia. Obedeciendo a repentina corazonada, pregunté al sacristán si conocía a una religiosa de aquel monasterio que llevara el apellido de Galdós. Y el sacristán, rascándose la frente como para escarbar en su memoria, me contestó:
—Esta señora debió pasar a mejor vida cuatro años ha.
Y, oyendo esto, avanzó una de las viejas y metiendo baza en lo que hablábamos, dijo:
—Dígote yo que la madre Ignacia Galdós, que era una santa, pues, ¿lo dudas o qué?, subió al Cielo el día de la Purísima Concepción del año que tuvimos la crecida del río.
Secamente afirmó el sacristán:
—El noventa.
Y los cuatro abandonamos el recinto mudo y tétrico. Acompañándome hasta la fonda, díjome el sacristán que no tenía noticia de que hubiera en Azpeitia persona del apellido que llevaba la santa religiosa; pero que un señor muy entendido en linajes, hablando en la sacristía de la parroquia, había sostenido que únicamente en La Habana había ya Galdoses… En La Habana y en otras islas de por allá.
Acompañamos este breve homenaje a Galdós con un certificado del secretario del Instituto de Segunda Enseñanza de Canarias de 1862 para la obtención del grado de Bachiller ante el Rector de la Universidad de Sevilla, conservado en el Archivo Histórico de esta última institución.
D. Sebastián Álvarez y Álvarez, catedrático y secretario del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Canarias, certifico que del expediente instruido a instancia de D. Benito Pérez Galdós, natural de Las Palmas de Canaria, de diez y nueve años de edad, para obtener el grado de Bachiller en Ares, marcado con el número sesenta y uno entre los de su clase, consta que dicho alumno ganó y probó en el colegio privado de la expresada ciudad de Las Palmas, agregado a este Instituto, los estudios de segunda enseñanza que a continuación se expresan.
En el curso académico de mil ochocientos cincuenta y siete a mil ochocientos cincuenta y ocho, el primer año del primer período que comprendía las asignaturas de Latín y Castellano, y ejercicios de primera enseñanza, habiendo obtenido la nota de Sobresaliente.
En mil ochocientos cincuenta y ocho a mil ochocientos cincuenta y nueve, con igual nota, las asignaturas de segundo año de Latín y Castellano, primero de Francés y Geografía, y asistió con puntualidad y aprovechamiento al primero y segundo curso de Doctrina, Religión y Moral Cristiana.
En mil ochocientos cincuenta y nueve a mil ochocientos sesenta, con igual nota, las asignaturas de primer curso de Latín y Griego, primero de Matemáticas y segundo de Francés, y las de Historia Natural, con la de Notablemente aprovechado, y asistió al tercer curso de Doctrina.
En mil ochocientos sesenta a mil ochocientos sesenta y uno, las asignaturas de segundo curso de Latín y Griego, Retórica y Poética e Historia, con la nota de Notablemente aprovechado, y el segundo curso de Matemáticas con la de Sobresaliente, y asistió al cuarto curso de Doctrina.
Por último, en mil ochocientos sesenta y uno a mil ochocientos sesenta y dos, las asignaturas de Psicología, Lógica y Filosofía Moral, y Física y Química, ambas con la nota de Sobresaliente.
Igualmente consta de dicho expediente que el expresado alumno sufrió los tres ejercicios señalados por el Reglamento para dicho grado en los días tres, cuatro y cinco de septiembre del corriente año, habiendo obtenido en el primero la calificación de Aprobado con un voto de Sobresaliente, y en los dos últimos las misma nota por unanimidad.
Así resulta del expediente citado a que me refiero y en cumplimiento del decreto final que obra en el mismo, extiendo esta certificación con el visto bueno del Sr. Director y con el ello de este establecimiento literario para remitir al Sr. Recto de la Universidad de Sevilla, acompañada de un pliego de papel del sello noveno en blanco a fin de que pueda expedirse el correspondiente título a favor del interesado.
Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, en la Isla de Tenerife, a quince de octubre de mil ochocientos sesenta y dos.
Sebastián Álvarez.
V.B. El Director, José Trujillo.
Este documento, conservado en el Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla, leg. 622, formó parte en mi conferencia Fuentes para la genealogía en los archivos sevillanos, impartida en las VII Jornadas de Genealogía de Arona, celebradas en esta población tinerfeña en 2016.