Ahora que estoy a punto de conocer a un genealogista ruso para acompañarle y asistirle en su primer contacto con los archivos españoles, recuerdo aquel correo de una colega rusa que estaba estudiando español y a la que su profesor le dijo que el término «genealogista» no existía en la lengua de Cervantes y que era mejor hablar de «especialista en genealogía».
No hay que ir hasta Izhevsk, capital de la república de Udmurtia, también a este lado de los Urales, desde donde me escribía esta chica, para saber que los genealogistas no existimos. He recibido correos o llamadas telefónicas, escritos o realizadas desde España, en las que me han llamado desde geniologista hasta ginecologista; también genealogo profesional, así, sin tilde. De todo, menos genealogista, así que no me extraña que a un profesor de lengua española, español de Granada para más señas, piense que los genealogistas no existimos.
Me entra la duda y recurro al Diccionario de la Real Academia Española o, mejor todavía, el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, para aquellos que estéis interesados en buscar «términos antiguos».
Parece que sí, que va a ser que existo. A tenor de esta definición, soy genealogista, dado que hago «profesión y estudio de saber genealogías y linages» y, muy de vez en cuando, escribo sobre ellos. Definitivamente, los genealogistas, profesionales o no, existimos ahora… y existíamos hace siglos.
Considero que es una profesión apasionante, en la cual creo que nunca deja de sorprenderse con algunas cosas con las que se puede encontar, ademas de una gran ayuda para aquellas personas que quieren investigar sus origenes y no puede hacerlo, teniendo que recurrir a un profesional, aún para cosas puntuales, también a veces es necesario para poder avanzar en la investigación.
Me gustaría saber que dice María Moliner al respecto….