Parece que llega la primavera y, tras ella, el verano. Escribí en una entrada anterior que los archivos son para el verano pero realmente los archivos están abiertos todo el año. Ahora que se acerca el buen tiempo, nada mejor que consultar un archivo en primera línea de playa. Hoy escribo sobre el Archivo Municipal de Chipiona, que visité el verano pasado y del que, hasta hoy, no he podido terminar esta breve entrada. Soy así de lento.
Su archivero, Juan Luis Naval Molero, que además es Cronista Oficial de la Villa, mantiene un blog, Chipiona El Blog del Cronista, cuya lectura recomiendo a aquellos a los que os interese la historia de esta población gaditana. Me atendió estupendamente en unas instalaciones que, todo hay que decirlo, dejan mucho que desear. En esta ocasión, como otras muchas, la falta de medios fue compensada por la amabilidad de su archivero.
Consulté los fondos de este archivo por primera vez durante un verano de los primeros años del siglo XXI. No recuerdo cuál. Por aquel entonces, yo me encontraba de vacaciones en Chipiona, el archivo se hallaba en los sótanos del Ayuntamiento y decidí pasar un par de mañanas consultando diversos legajos con documentación de tipo económico de los siglos XVIII y XIX. Hoy día, este archivo se encuentra en el complejo denominado Palacio de Congresos y Exposiciones de Chipiona, en realidad, una serie de naves reconvertidas en el futuro Museo de Rocío Jurado y, entre otras dependencias municipales, el Archivo Municipal. El archivo, almacén, sala de consulta y despacho del archivero, todo en uno, ocupa una de estas naves, a la que se accede por una puerta mecánica de garaje que, en verano, se queda abierta para evitar que aquello se convierta en un horno y que, en invierno, imagino, estará cerrada sin que logre impedir que aquello se convierta en una cubitera.
En mi investigación iba a tiro hecho: consultar el Catastro de Ensenada para confirmar que la familia que me encontraba investigando pertenecía al estado general, comúnmente conocido como «pechero», o a uno de los estamentos privilegiados, el estado noble. No obstante, cuando comencé a consultar el único tomo conservado del Catastro pude observar que sólo se trataba de una revisión parcial realizada en 1760 y en la que no aparecían todos los vecinos de Chipiona (que sabemos que eran 167 según las Respuestas Generales del mismo Catastro); ni tampoco los hacendados.
Como sólo se conservaba este tomo y no constaba el vecindario al completo, me puse a revisar el resto de padrones de una serie bastante interesante: existe un padrón de Chipiona, de 1523, que se encuentra publicado, y varios padrones con distinción de estados, como el de 1782, en el que el único noble que aparece es, al número 122, D. Eduardo Linch, caballero del Orden de Santiago, teniente de Navío, y al que se le unió, con posterioridad, al número 10, D. Joaquín Caamaño, administrador de Rentas Provinciales y Reales Servicios de Millones; y los de 1827 y 1830, en los que se observa que el número de nobles aumentaba a medida que nos acercábamos, paradójicamente, al final del Antiguo Régimen; por último, consulté los padrones de 1824, 1831 y 1833, para verificar que no tenían distinción de estados. Hay padrones posteriores, desde mediados del siglo XIX hasta el siglo XX, que el archivero municipal tiene informatizados en una base de datos, una gran herramienta para la investigación genealógica, ya que facilita la búsqueda de cualquier persona o familia.
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